Schon viele
wären wohl hinein, aber noch keiner
wieder herausgekommen. Da ging der Junge
am andern Morgen vor den König und
sprach:"Wenn's erlaubt wäre, so
wollte ich wohl drei Nächte in dem
verwünschten Schlosse wachen."
Der König sah ihn an, und weil er ihm
gefiel, sprach er:"Du darfst dir noch
dreierlei ausbitten, aber es müssen
leblose Dinge sein, und das darfst du mit
ins Schloß nehmen."
Da antwortete er:"So bitt' ich um ein
Feuer, eine Drehbank und eine Schnitzbank
mit dem Messer." Der König ließ
ihm das alles bei Tage in das Schloß
tragen. Als es Nacht werden wollte, ging
der Junge hinauf, machte sich in einer Kammer
ein helles Feuer an, stellte die Schnitzbank
mit dem Messer daneben und setzte sich auf
die Drehbank. "Ach, wenn mir's nur
gruselte !", sprach er, "aber
hier werde ich's auch nicht lernen."
Gegen Mitternacht wollte er sich sein Feuer
einmal aufschüren, wie er so hineinblies,
da schrie's plötzlich aus einer Ecke:"Ah,
miau! Was uns friert!" "Ihr Narren",
rief er, "was schreit ihr? Wenn euch
friert, kommt setzt euch ans Feuer und wärmt
euch." Und wie er das gesagt hatte,
kamen zwei große schwarze Katzen in
einem gewaltigen Sprunge herbei, setzten
sich ihm zu beiden Seiten und sahen ihn
mit feurigen Augen ganz wild an.
Muchos lo
habían intentado ya, pero ninguno había
escapado con vida de la empresa. A la mañana
siguiente, el joven se presentó al
rey y le dijo que, si se le autorizaba, él
se comprometía a pasarse tres noches
en vela en el castillo encantado. Lo miró
el Rey, y como su aspecto le resultara simpático,
le dijo -puedes pedir tres cosas para llevarte
al castillo, pero deben ser cosas inanimadas.
A lo que contestó el muchacho -deme
entonces fuego, un torno y un banco de carpintero
con su cuchilla. El rey hizo llevar aquellos
objetos al castillo. Al anochecer subió
a él el muchacho, encendió en
un aposento un buen fuego, colocó al
lado el banco de carpintero con el cuchillo
y se sentó sobre el torno. -¡Ah!
¡Si por lo menos aquí tuviera
miedo! -suspiró-. Pero me temo que
tampoco aquí me enseñarán
lo que es. Hacia medianoche quiso avivar el
fuego, y mientras lo soplaba oyó de
pronto unas voces, procedentes de una esquina,
que gritaban: -¡Au, miau! ¡Qué
frío hace! -¡Tontos! -exclamó
él-. ¿Por qué gritáis?
Si tenéis frío, acercaos al
fuego a calentaros. Apenas hubo pronunciado
estas palabras, llegaron de un enorme brinco
dos grandes gatos negros que, sentándose
uno a cada lado, clavaron en él una
mirada ardiente y feroz.