Nun ging
der Bösewicht zum dritten Mal zu der
Haustür, klopfte an und sprach: »Macht
auf, Kinder, euer liebes Mütterchen
ist heimgekommen und hat jedem von euch
etwas aus dem Wald mitgebracht!« Die
Geißlein riefen: »Zeig uns zuerst
deine Pfote, damit wir wissen, daß
du unser liebes Mütterchen bist.«
Da legte der Wolf die Pfote auf das Fensterbrett.
Als die Geißlein sahen, daß
sie weiß war, glaubten sie, es wäre
alles wahr, was er sagte, und machten die
Türe auf. Wer aber hereinkam, war der
Wolf! Die Geißlein erschraken und
wollten sich verstecken. Das eine sprang
unter den Tisch, das zweite ins Bett, das
dritte in den Ofen, das vierte in die Küche,
das fünfte in den Schrank, das sechste
unter die Waschschüssel, das siebente
in den Kasten der Wanduhr. Aber der Wolf
fand sie und verschluckte eines nach dem
andern. Nur das jüngste in dem Uhrkasten,
das fand er nicht.
Volvió
el rufián por tercera vez a la puerta
y, llamando, dijo: -Abrid, pequeñas;
es vuestra madrecita querida, que está
de regreso y os trae buenas cosas del bosque-.
Las cabritas replicaron: - Enséñanos
la pata; queremos asegurarnos de que eres
nuestra madre. El lobo puso la pata en lel
alféizar, y, al ver ellas que era blanca,
creyeron que eran verdad sus palabras y se
apresuraron a abrir.
Pero fue el lobo quien entró. Las cabrecitas
se asustaron y quisieron esconderse. Una se
metió debajo de la mesa, la segunda
en la cama, la tercera en el horno, la cuarta
en la cocina, la quinta en el armario, la
sexta debajo de la fregadera, y la más
pequeña en la caja del reloj. Pero
el lobo fue descubriéndolas y se las
tragó una tras otra. Sólo a
la más pequeñita que, oculta
en la caja del reloj, no encontró.