Nun war die älteste
                                    Prinzessin fünfzehn Jahre alt und durfte
                                    zur Meeresoberfläche aufsteigen.
Als
                                    sie zurückkam, wußte sie
                                      hundert Dinge zu erzählen, das herrlichste
                                      jedoch, sagte sie, wäre, im Mondschein
                                      auf einer Sandbank in der ruhigen See zu
                                      liegen und zu der großen Stadt dicht
                                      bei der Küste hinüberzuschauen,
                                      wo die Lichter blinkten wie hundert Sterne,
                                      die Musik und den Lärm und die Geräusche
                                      der Wagen und Menschen zu hören, die
                                      vielen Kirchtürme und Giebel zu sehen
                                      und zu hören, wie die Glocken läuten.
                                      - Und die Jüngste sehnte sich immer
                                      mehr nach diesem allen, gerade weil sie
    noch nicht hinauf durfte.
Por fin
                                    la mayor de las princesas cumplió quince
                                    años y pudo asomarse por encima del
                                    agua. 
A su regreso tenía cientos de cosas
                                    que contar, pero lo más delicioso,
                                    dijo, era tenderse a la luz de la luna en
                                    un banco de arena con el mar en calma y ver
                                    próxima a la costa la gran ciudad
                                    en la que parpadeaban las luces como cientos
                                    de estrellas, oír la música
                                    y el ruido y el bullicio de coches y de gente,
                                    ver tantos campanarios y remates y oír
                                    cómo tocaban las campanas; porque
                                    precisamente la menor no podía ir
                                    allá eran aquellas cosas las que más
    deseaba.
 

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