Die Wut
des Prinzen hatte sich gelegt, weinend rief
er dem Fürsten zu:»Mein Herz
sagt mir, daß Ihr mein Vater seid;
bei dem Andenken meiner Mutter beschwöre
ich Euch, hört mich an!«
»Ei, Gott bewahre uns!«, antwortete
dieser, »er fängt schon wieder
an, irre zu reden, wie doch der Mensch auf
so tolle Gedanken kommen kann!« Damit
ergriff er Labakans Arm und ließ sich
von ihm den Hügel hinuntergeleiten;
sie setzten sich beide auf schöne,
mit reichen Decken behängte Pferde
und ritten an der Spitze des Zuges über
die Ebene hin. Dem unglücklichen Prinzen
aber fesselte man die Hände und band
ihn auf ein Dromedar fest, und zwei Reiter
waren ihm immer zur Seite, die ein wachsames
Auge auf jede seiner Bewegungen hatten.
Der fürstliche Greis war Saaud, der
Sultan der Wechabiten. Er hatte lange ohne
Kinder gelebt, endlich wurde ihm ein Prinz
geboren, nach dem er sich so lange gesehnt
hatte; aber die Sterndeuter, welche er um
das Schicksal des Knaben befragte, taten
den Ausspruch, »daß er bis ins
zweiundzwanzigste Jahr in Gefahr stehe,
von einem Feinde verdrängt zu werden«,
deswegen, um recht sicherzugehen, hatte
der Sultan den Prinzen seinem alten, erprobten
Freunde Elfi-Bey zum Erziehen gegeben und
zweiundzwanzig Jahre auf seinen Anblick
geharrt.
Dieses hatte der Sultan seinem vermeintlichen
Sohne erzählt und sich ihm außerordentlich
zufrieden mit seiner Gestalt und seinem
würdevollen Benehmen gezeigt.
La cólera
del príncipe se había apaciguado
y se dirigió a su padre llorando
-mi corazón me dice que sois mi padre;
por la memoria de mi madre os suplico que
me escuchéis.
-¡Ay!, ¡que Dios nos proteja!-
respondió éste, -vuelve a comenzar
otra vez a desvariar. ¡Cómo se
le habrán ocurrido esas ideas!
Cogió el brazo de Labakán y
bajó la colina apoyándose en
él; montaron ambos en hermosos caballos
enjaezados con ricas gualdrapas y cabalgaron
por la llanura a la cabeza del cortejo.
Al desdichado príncipe, en cambio,
le ataron las manos y le subieron a un dromedario,
y dos jinetes iban continuamente a su lado
vigilando cada uno de sus movimientos.
El anciano príncipe era Saaud, el sultán
de los wahhabíes. Había vivido
muchos años sin descendientes y, después
de haberlo deseado tanto tiempo, le nació
un príncipe. Pero los astrólogos
a los que consultó por el destino del
niño, le aseguraron que hasta los veintidós
años estaría en peligro de ser
suplantado por un enemigo; por eso y para
estar bien seguro el sultán había
enviado al príncipe a su antiguo e
incondicional amigo Elfi-Bey, para que le
educara y durante veintidós años
había aguardado a su presencia.
Todo esto le había contado a su supuesto
hijo y se había mostrado extraordinariamente
satisfecho con su apariencia física
y su conducta digna.