Als der
Frosch das Versprechen der Königstochter
erhalten hatte, tauchte er seinen Kopf unter,
sank hinab, und über ein Weilchen kam
er wieder heraufgerudert, hatte die Kugel
im Maul und warf sie ins Gras. Die Königstochter
war voll Freude, als sie ihr schönes
Spielzeug wiedererblickte, hob es auf und
sprang damit fort. »Warte, warte!«,
rief der Frosch. »Nimm mich mit, ich
kann nicht so laufen wie du!« Aber
was half es ihm, daß er ihr sein Quak-quak
so laut nachschrie, wie er nur konnte! Sie
hörte nicht darauf, eilte nach Hause
und hatte den Frosch bald vergessen.
Am andern Tag, als sie sich mit dem König
und allen Hofleuten zur Tafel gesetzt hatte
und eben von ihrem goldenen Tellerlein aß,
da kam, plitsch platsch, plitsch platsch,
etwas die Marmortreppe heraufgekrochen.
Als es oben angelangt war, klopfte es an
die Tür und rief. »Königstochter,
jüngste, mach mir auf!«
Obtenida
la promesa, la rana se zambulló en
el agua, y al poco rato volvió a salir,
nadando a grandes zancadas, con la pelota
en la boca. La soltó en la hierba,
y la princesita, loca de alegría al
ver nuevamente su hermoso juguete, lo recogió
y echó a correr con él.
- ¡Aguarda, aguarda! -gritó la
rana-.
Llévame contigo; no puedo correr tanto
como tú! Pero de nada le sirvió
desgañitarse y gritar cro cro con todas
sus fuerzas. La niña, sin atender a
sus gritos, seguía corriendo hacia
el palacio, y no tardó en olvidarse
de la rana.
Al día siguiente, estando la princesita
a la mesa junto con el rey y todos los cortesanos,
comiendo en su platito de oro, he aquí
que plis, plas, plis, plas se oyó que
algo subía fatigosamente la escalera
de mármol y, una vez arriba, llamaba
a la puerta
- ¡princesita, la menor de las princesitas,
ábreme.