V. Algunos versos

FAUST: FAUSTO:
Habe nun, ach! Philosophie,
Juristerei und Medizin,
Und leider auch Theologie
Durchaus studiert, mit heißem Bemühn.

Da steh ich nun, ich armer Tor!
Und bin so klug als wie zuvor;
Heiße Magister, heiße Doktor gar
Und ziehe schon an die zehen Jahr
Herauf, herab und quer und krumm
Meine Schüler an der Nase herum-
Und sehe, daß wir nichts wissen können!
Das will mir schier das Herz verbrennen.
Zwar bin ich gescheiter als all die Laffen,
Doktoren, Magister, Schreiber und Pfaffen;
Mich plagen keine Skrupel noch Zweifel,
Fürchte mich weder vor Hölle noch Teufel-
Dafür ist mir auch alle Freud entrissen,
Bilde mir nicht ein, was Rechts zu wissen,
Bilde mir nicht ein, ich könnte was lehren,
Die Menschen zu bessern und zu bekehren.

Auch hab ich weder Gut noch Geld,
Noch Ehr und Herrlichkeit der Welt;
Es möchte kein Hund so länger leben!
Drum hab ich mich der Magie ergeben,
Ob mir durch Geistes Kraft und Mund
Nicht manch Geheimnis würde kund;
Daß ich nicht mehr mit saurem Schweiß
Zu sagen brauche, was ich nicht weiß;
Daß ich erkenne, was die Welt
Im Innersten zusammenhält,
Schau alle Wirkenskraft und Samen,
Und tu nicht mehr in Worten kramen.

O sähst du, voller Mondenschein,
Zum letzenmal auf meine Pein,
Den ich so manche Mitternacht
An diesem Pult herangewacht:
Dann über Büchern und Papier,
Trübsel'ger Freund, erschienst du mir!
Ach! könnt ich doch auf Bergeshöhn
In deinem lieben Lichte gehn,
Um Bergeshöhle mit Geistern schweben,
Auf Wiesen in deinem Dämmer weben,
Von allem Wissensqualm entladen,
In deinem Tau gesund mich baden!
Weh! steck ich in dem Kerker noch?
Verfluchtes dumpfes Mauerloch,
Wo selbst das liebe Himmelslicht
Trüb durch gemalte Scheiben bricht!
Beschränkt mit diesem Bücherhauf,
den Würme nagen, Staub bedeckt,

Den bis ans hohe Gewölb hinauf
Ein angeraucht Papier umsteckt;
Mit Gläsern, Büchsen rings umstellt,
Mit Instrumenten vollgepfropft,
Urväter Hausrat drein gestopft-
Das ist deine Welt! das heißt eine Welt!
Und fragst du noch, warum dein Herz
Sich bang in deinem Busen klemmt?
Warum ein unerklärter Schmerz
Dir alle Lebensregung hemmt?
Statt der lebendigen Natur,
Da Gott die Menschen schuf hinein,
Umgibt in Rauch und Moder nur
Dich Tiergeripp und Totenbein.
Flieh! auf! hinaus ins weite Land!
Ay, he estudiado ya filosofía,
jurisprudencia, medicina
y también, por desgracia, Teología,
todo ello en profundidad extrema y con enconado esfuerzo.
Y aquí me veo, pobre loco,
sin saber más que al principio.
Tengo los títulos de Licenciado y de Doctor
y hará diez años que arrastro
mis discípulos de arriba abajo,
en dirección recta o curva,
y veo que no sabemos nada.
Esto consume mi corazón.
Claro está que soy más sabio que todos esos necios doctores, licenciados, escribanos y frailes;
no me atormentan ni los escrúpulos ni las dudas,
ni temo al infierno ni al demonio.
Pero me he visto privado de toda alegría;
no creo saber nada con sentido
ni me jacto de poder enseñar
algo que mejore la vida de los hombres y cambie su rumbo.
Tampoco tengo bienes ni dinero,
ni honor, ni distinciones ante el mundo.
Ni siquiera un perro querría seguir viviendo
en estas circunstancias.
Por eso me he entregado a la magia:
para ver si por la fuerza y la palabra del espíritu
me son revelados ciertos misterios;
para no tener que decir con agrio sudor
lo que no sé; para conseguir reconocerlo
que el mundo contiene en su interior;
para contemplar toda fuerza creativa
y todo germen y no volver a crear confusión con las palabras.
Oh, reflejo de la luna llena,
por la que tantas veces velé sentado
ante este pupitre hasta que aparecías,
melancólico amigo, sobre los libros y los papeles,
si iluminaras por úl­tima vez mi pena;
¡ay!, si pudiera andar por las cumbres
de los montes bajo tu amada claridad;
flotar en las grutas acompañado de espíritus;
vagar en tu penumbra
por los prados y,
habiéndose disipado todas las brumas del saber,
bañarme, robusto, en tu rocío.
¡Ah!, ¿pero seguiré preso en esta cárcel?,
agujero maldito y húmedo,
hecho en un muro a través del cual
incluso la querida luz del cielo
en­tra turbia al pasar por las vidrieras.
Encerrado detrás de un montón de libros
roídos por los gusanos y cubiertos de polvo,
que llegan hasta las altas bóvedas
y están envueltos en papel ahumado.
Cercado por cofres y retortas,
ahe­rrojado por instrumentos
y trastos de los antepasados.
Este es tu mundo, ¡vaya un mundo!
¿Y aún te preguntas por qué tu corazón
se para, teme­roso, en el pecho?
¿Por qué un dolor inexplicable
inhibe tus impulsos vitales?
En lugar de la naturaleza viva,
en medio de la que Dios puso al hombre,
lo que te rodea son osamentas de animales
y esqueletos humanos humeantes y mohosos.
¡Huye!, sal fuera, a la amplia llanura.

Los que han leído el Fausto en el colegio, y son muchos los que lo han leído en colegio, muy a menudo se acuerdan de nada, pero a estos versos sí que acuerdan. Como muy a menudo los estudios universitarios no sirven para nada mucha gente entiende el sentido estos versos o, para ser más preciso, ven en estos versos la descripción de su situación, han estudiado mucho, pero no les sirvió realmente. Si miramos estos versos un poco más de cerca vemos todo la complejidad del carácter del Fausto. Su sabiduría no le produce satisfacción sino todo el contrario, le desilusiona. Una persona "normal" sería contenta de saber más que los otros y sería contenta, pero el Fausto no es una persona tan trivial y por esto su sabiduría le lleva a la desilusión. Un catedrático "normal" es contento si puede dar clases en una universidad y no se como el coco preguntándose si es valioso lo que cuenta o no, basta que los estudiantes le escuchan atentamente. El Fausto no es tan trivial, el duda del valor de lo que cuenta, reflexiona sobre su sabiduría. No le basta que los otros le estiman por su sabiduría es más escrupuloso. Mientras un catedrático normal pasa su sabiduría insípida tranquilamente de una generación a otra, sean estos conocimientos valiosos o no, el Fausto no deja de dudar, no se tumba ociosamente en su cama, no se resigna a contar a sus estudiantes lo que el mismo no sabe. Si miramos un poco más de cerca los funcionarios universitarios, que escribieron un libro en los años de los grandes vientos y se pasan el resto de su vida a presentar su libro en clase, vemos que el Fausto es un personaje excepcional. El autor por ejemplo conoce catedráticos que hacen cada semestre más o menos la misma cosa y esta misma cosa ni siquiera la hacen bien. Gran parte de su tiempo lo gastan en conseguirse un despacho más grande (cuestión de prestigio), un semestre de investigación ( en el cual investigan la influencia que tenía tal tio sobre aquel otro) y otras cosas de este tipo. Si serían un poco más fáusticos las universidades merecerían el dinero que cuestan.




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